Han pasado ya dos años desde que comenzó este nuevo tiempo, dos años desde que la pandemia del Coronavirus comenzó a modificar nuestros hábitos y formas de relacionarnos. La amenaza del contagio se cierne sobre nuestros cuerpos, nos recluta, nos limita, así como nos fatiga o nos llena de patetismo (pathos). Estamos inmersos en un escenario que apenas habíamos entrevisto en oscuras distopías. De un lado, la gravedad disminuye, del otro, la promesa del fin se consolida como mera promesa de un virus que recomienza. Y como si todo esto fuera poco, la fuerza de ese viejo concepto, lo biopolítico,
ha renacido de golpe al amparo de nuestra cotidianidad higiénica y distanciada. Este presente nos insta a volcar nuestra atención sobre los discursos médicos y su imbricación con lo político, lo económico y lo cultural. En particular, nos interesan los imaginarios literarios que abrevan de esos discursos, a sabiendas que la literatura ha reflexionado desde sus inicios sobre la enfermedad, la salud, el cuerpo y la comunidad. La imaginación literaria es un acervo de gran riqueza para analizar las imágenes y significaciones que adopta la enfermedad, así como para pensar desde ella su polo opuesto, la salud, lo normal, ese cuerpo en silencio, donde la medicina se erige a sí misma como el conjunto de saberes y prácticas encargado de resguardar la vida.
En este taller proponemos revisar una serie de obras narrativas latinoamericanas recientes con el objetivo de pensar en conjunto las maneras con que la literatura ha escrito, ha imaginado, ha narrado, la enfermedad, la salud y la medicina. Las preguntas que nos haremos en relación con los textos apuntan a indagar acerca de cómo se piensa el cuerpo enfermo, qué afinidades metafóricas se producen desde el tópico de lo enfermo, qué es lo que se entiende por salud, cómo se mira a la medicina desde la literatura, cómo emerge en ella tanto la posibilidad como el fracaso de las comunidades imaginadas.
Las novelas a revisar son las siguientes: Ornamento, de Juan Cárdenas; Tadeys de Osvaldo Lamborghini; El discurso vacío, de Mario Levrero; y Fruta podrida, de Lina Meruane.
El taller es también una invitación a compartir las ocurrencias que susciten en cada quien la lectura de un grupo de novelas. No se requieren conocimientos previos, sí conviene tener ganas y disposición para compartir una lectura grupal.