La todavía actual pandemia de COVID-19 nos ha expuesto a transitar con rapidez por estados que nos eran desconocidos. Nos expuso con violencia al confinamiento, precisamente en una época en que, para una parte importante del planeta, la vida entera se hace indistinta del primado de unas redes sociales que han terminado por dominar gran parte de los espacios relacionales. Sin duda, la pandemia regularizó y profundizó dicha situación. En ese marco, más que nunca nos hemos visto en imágenes, y hemos aprendido a vivir como imágenes entre imágenes. Estas imágenes se volvieron pan-démicas: han alcanzado a todos, para cubrir todo, casi sin dejar escapatoria. Es un tópico común advertir en el desbordamiento de las imágenes el riesgo de que devoren toda nuestra capacidad de ver, más todavía cuando se trata de la polución ambiental generada por las imágenes digitales. Pero las imágenes son por definición heterogéneas, y, como dice Godard, su necesaria pluralidad supone ensamblajes. Pero también, como lo pensó Burroughs, las imágenes funcionan vírica y viralmente. Las imágenes crean cuerpos, para poder sobrevivir, sorteando las resistencias. El virus nos extraña y nos antecede, nos hace otra cosa. Y así la imagen y su material, que “exhibe el mismo ciclo vital que el virus”, infecta a la población y los convierte en nuestras réplicas, a espaldas de ella. Estamos atrapados en imágenes y la imagen es un “virus que come”, como dice Burroughs. Las imágenes se alimentan en y de nosotros, pero crecen en otro lugar, que no es ni será nunca el nuestro.
La producción cinematográfica de David Cronenberg, tan cercana en muchos sentidos a las inquietudes de Burroughs, podría ser perfectamente un intento de dar cuenta de esta exclusión que las imágenes hacen de nosotros (¿quiénes?), y lo hacen por esa tonalidad y por esa compostura viral. Las “imágenes pandémicas” inervan el cine de Cronenberg, no solo en algunos de sus filmes tempranos, donde se ya hacia mediados de los años 1970 parecía vaticinarse el alcance de una pandemia de la que ninguna vida humana podría escapar. En cada obra, Cronenberg nos expone a la imaginación de unos cuerpos que nunca terminan de coincidir consigo mismos, cuerpos que, incómodamente, parecen responder a la afirmación hecha por Edie (Maria Bello) a Tom (Viggo Mortensen), en A History of Violence (2005): “ya no sé quién eres”. Sus películas se encuentran plagadas de transformaciones y de cruentas metamorfosis padecidas por los cuerpos. Cuerpos potenciales, cuerpos que no terminan de tomar distancia de un organismo individual idéntico a sí mismo; cuerpos adyacentes que están en otra parte que donde se los espera encontrar. Ellos parecen tramar todo un pensamiento de la imagen, que, al hacer transitar de un estado a otro, nos revela las dificultades de imaginar la configuración de una identidad plena. En ese tránsito, la condición humana de los personajes es empujada a su límite, confundiéndose e intercambiándose con distintas formas de lo no-humano o de lo inhumano: insectos, máquinas, mutaciones, parásitos, e incluso la muerte propia. Expuestos a desproporciones, los cuerpos de Cronenberg, de Stereo (1969) a Crimes of The Future (2022), se muestran conectivos, e incluso definidos a partir de fenómenos de adyacencia, lo que problematiza el devenir metamórfico de las imágenes.
Consideramos que la exploración que su cine propone, desde hace más de medio siglo, nos muestra un trabajo con la imagen atormentado por la construcción de un cuerpo que nunca se organiza por completo, un cuerpo colectivo poblado por un montaje de órganos hipertróficos y disyuntivos, contaminados en su irremediable exposición al tiempo. Un verdadero cuerpo plural, cuya unidad no es otra cosa que un pluralismo definido por relaciones abiertas y por procesos de individuación en curso. El cuerpo se muestra excedido, sin carecer de nada. Pensemos en Rabid (1977), donde Rose (Marilyn Chambers) ve modificado su cuerpo luego de la implantación de injertos modificados morfogenéticamente. O bien en The Fly (1986), donde Seth Brundle (Jeff Goldblum) va deviniendo un monstruo que no es ni un humano ni una mosca, luego de ser teletransportado en la máquina que él mismo construyó. En ambos casos, tanto Rose como Brundlefly no se bastan a sí mismos: el cuerpo muta y responde de otra manera,la fuerza se vuelve excesiva. La vida empieza a funcionar en otro registro, donde podremos hablar de una modificación tecnológica que da como resultado un plus de organismo.
El cine de Cronenberg es un lugar ejemplar de interrogación de los modos en los cuales los cuerpos se enlazan y se comunican, y a partir de dicha exposición permiten reconsiderar la circulación de las imágenes contemporáneas. Con esto se plantea una consideración sobre la imagen cinematográfica en particular, y sobre el estatuto de las imágenes en general, que nos revela una conexión inédita con el porvenir de los cuerpos y con el proyecto de una imaginación pluralista. Nuestra propuesta es detenernos en la preocupación que nos plantea el cine de Cronenberg respecto al carácter excesivo de las imágenes y por la violencia de las posibilidades que aquellas nos plantean e imponen. Esa violencia es precisamente el hecho de mostrar el exceso mismo de los cuerpos, hasta su extenuación, hasta llegar a bosquejar una humanidad “transformada”, más allá de sus lindes (e incluso de su “humanidad”).
En el taller intentaremos, a partir de distintos accesos dados por el cine de Cronenberg y por su reflexión en torno a él, mostrar una insoslayable complicidad entre imagen, cuerpo y virus, que hacen de su producción un espacio de interrogación sobre la potencia de transformación de los cuerpos imaginados, y donde el exceso, la disfunción o el parasitismo de los cuerpos ya no presupone sus lugares ni su naturaleza, generando otros de manera incesante, yuxtaponiendo y agregando, inventándose nuevas formaciones y figuras corporales, y abriendo así, en su alteración y en la posibilidad de conectarse de otros modos, unos escenarios inexistentes y unos mundos por anticipar.
Descripción temática de las sesiones:
- David Cronenberg, un cartesiano singular
- La falta de trascendencia: un cine de la inmanencia
- La imagen contaminada: virus e imagen
- Para una comprensión aumentada del Body Horror
- El corpo-pluralismo y las posibilidades de un cuerpo imaginado
- Imágenes pandémicas: consecuencias y alcances