Descripción
“Este es el final de un libro que siempre empieza.
¿Qué es sino ese espacio entre lo dicho y su resonancia? ¿Hasta qué punto la palabra “silencio” alcanza para hacernos creer en una falta?
Ocurre que el lector ha estado inmerso en un sistema Zen, en el cual el ritmo resulta ser un camino hacia la Nada de la verdadera comprensión. La paradoja poética del no-entendimiento (y del lector como discípulo paciente) se ajusta a escenas que empalman con el ámbito personal de Cage, por lo que esa veta introspectiva se ve matizada: los padres, las clases, las conversaciones con amigos y maestros, los viajes dan cuenta de un entorno influyente. Volvamos a aquello, son escenas que proyectan un ámbito personal, no directamente anécdotas escritas; es, por lo tanto, la experiencia del discurso lo que el autor captura en el lapso medido de un minuto por historia. Los poemas tienen un solo plano, como una partitura que se ejecuta sin freno de izquierda a derecha; no hay algo en el fondo por descubrir, sonido y sentido funcionan como una unidad que no pasa de ser una performance.” (“Toda la vida tiene música”, Prólogo por Diego L. García).
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