Descripción
Walter ScottToda mentalidad religiosa cree en lo sobrenatural y también en la existencia de un principio del bien y otro del mal que se hallan enfrentados en una lucha de resultado incierto. La «creencia, casi universal, en la comunicación entre los mortales y seres más poderosos que ellos» ha propiciado a lo largo de la historia, en ausencia de razonamiento científico y de pruebas empíricas, cuando no de simple sentido común, la familiaridad de los humanos con seres o criaturas que a veces son relativamente benignos –como las hadas, los elfos o los duendes– y a veces directamente satánicos. En 1830, Walter Scott escribió Cartas sobre demonología y brujería para esclarecer, desde una postura escéptica, la historia y evolución de estos fenómenos, desde las menciones en la Biblia hasta los últimos procesos y condenas por brujería en el siglo XVIII. El libro abunda en relatos y casos, algunos realmente divertidos, como los fantasmas que fueron legalmente desahuciados de una casa islandesa o el joven de Surrey que vendió su alma al diablo para «convertirse en el mejor bailarín de Lancashire»; y otros, la mayoría, espeluznantes, como el linchador de brujas que pedía dinero a los espectadores «por el espectáculo que les había ofrecido» o como la particular inquina del rey Jacobo I de Inglaterra, que, además de escribir un tratado de demonología y promulgar las leyes más severas contra la brujería, asistía personalmente a los interrogatorios y torturas de las acusadas. El estudio de Scott es minucioso, trata los misterios del sueño y de las ilusiones sensoriales y ahonda en las motivaciones políticas, religiosas y psicológicas de la persecución judicial, que, cuanto más obsesiva era, más fomentaba y expandía la superstición.
Inspirándose, como en sus poemas, en episodios de la historia de Escocia, publicó en 1814 Waverley, cuyo gran éxito le animó a seguir con Guy Mannering (1815) y El anticuario (1816; ALBA CLÁSICA MAIOR núm. LXIII). En 1816 inició la serie Tales of My Landlord con El enano negro y Eterna Mortalidad (ALBA CLÁSICA MAIOR núm. XII). Posteriormente ampliaría su campo de referencias y situaría sus argumentos fuera de Escocia: así, en Ivanhoe (1820), Kenilworth (1821), Quentin Durward (1823) o El talismán (1825). En 1827 salió finalmente del anonimato y se reconoció autor de sus novelas, que se habían convertido en modelo del relato histórico romántico, tanto entre novelistas como entre historiadores. A pesar de sus éxitos, las deudas y los apuros económicos le perseguirían toda la vida. Murió en Abbotsford en 1832.
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