Descripción
Si la banalidad no tiene historia, en cambio el culto de lo banal aparece como una obsesión de los artistas y pensadores del siglo XX. De Duchamp y sus ready-made a Warhol, quien rompe la frontera entre arte y medios; de Perec y su infraordinario a los sociólogos de lo cotidiano Lefevre y Certeau, los íconos de la modernidad han sido los poetas de lo ordinario y lo cotidiano. Todos han reconocido en lo banal una virtud subversiva. Y a través del culto de lo banal, se trata de poner en tela de juicio las instituciones: la obra, el artista, el museo, pero también los grandes relatos y el autor. Hoy, es el turno de que la televisión y sus reality shows magnifiquen lo banal. Pero ¿todavía tiene esta magnificación una virtud corrosiva?
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