Víctor López Zumelzu afirma que, en la escritura, se debe escuchar a las palabras como tiempo; es así como en Guía para perderse en la ciudad, un largo poema, la observación de lo cotidiano emerge desde la relación no interpretada del lenguaje y, sin perder la profundidad y el peso, el ritmo y la musicalidad de los versos son centrales. Las palabras se despliegan como una partitura poética, y las imágenes, acumuladas, adquieren un valor sonoro similar al canto de las aves.
Es el oído el que nos guía por el collage que nos ofrece la memoria. En una casa, el ritmo, una mano a tientas, que reconoce sus paredes.
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