Descripción
Varios meses han transcurrido desde el inicio de un confinamiento de carácter imparcial y que ha puesto en evidencia una serie de situaciones acentuadas por una distancia que va más allá del alejarse un metro y algo más del otro. Así como un deshielo pone en evidencia la roca y lo más pedregoso del relieve, los últimos meses han sido una exposición de una sociedad que ha vivido por mucho tiempo en una abismante separación expresada en un tejido social afectado por el clasismo y la antipatía, cualidades prácticamente estandarizadas que traspasan además esferas de poder e instituciones que han usado el contexto actual para beneficio propio, sin querer perder absolutamente nada. El último tiempo ha sido para muchos vivido de manera remota y virtual, estableciendo una imperativa dependencia con pantallas que además de ser protagonistas de una nueva alienación, han pasado a ser espejos de las almas y ausencias emocionales de una sociedad globalizada y carcomida por un sistema donde todo se digitaliza, desde las acciones más básicas a la expresión de emociones pasando por una búsqueda del placer, llenando vacíos y por supuesto carencias.
La despolitización presentada en el número anterior no es más que un rasgo más que también se vive en este momento. La ausencia de crítica y cuestionamiento a lo que nos rodea son rasgos que se detectan en esta era de abismos. La publicidad invade las redes apelando a la búsqueda de la felicidad con aplicaciones y sistemas que permiten mantener un estilo de vida que se debe ostentar a través de un teléfono para así seguir el estatus de un influencer. Una sociedad alienada que persiste a través de un eslogan que alude a mayor conectividad pero que en rigor es una digitalización de una tácita segregación y gentrificación.
¿Qué ocurre con la creación en estos momentos? La distancia obliga a explorar maneras de exponer ideas y podemos ver un creciente número de actividades en línea donde la autogestión cooperada ha sido decisiva mientras que algunos establecimientos trazan pinceladas de shows banales donde al fin y al cabo la creación se diluye en el gran deshielo. El silencio de un gobierno que no tiene en sus prioridades la búsqueda por la dignidad de la población y que ha omitido descaradamente la presencia de la cultura en sus lineamientos es un hecho que deja en claro lo distante de la realidad en que se encuentra la oficialidad. La academia por su parte, no dista de aquello, manteniendo una posición contemplativa y sostenidamente distante en medio de su soberbia intelectual y queriendo siempre estar presente en todo, (sin entender nada claramente)..
La pandemia y el confinamiento han desnudado el daño que esta sociedad se ha hecho y la distancia tomada es en realidad un acto diario que no es novedad. Un rasgo que ha conllevado la negación de las diferencias, acrecentando la intolerancia y fomentando el clasismo, el racismo, la xenofobia, la homofobia, el machismo y el abuso general de poder, hechos que afloran día a día y que son noticia constante de manera global. Distancias que trascienden lo corpóreo, desprendiendo el espíritu de la mente, olvidando la empatía y las emociones en una confusa nebulosa que quizás en el futuro recordemos como parte de un año afectado por un virus que forjó un espejo que reflejó lo peor de nosotros mismos.
Indice
03 Editorial
04 Presente y divagación \ Alejandra Villarroel
10 Ilustración \ Constanza Hermosilla
12 La intimidad extendida o cómo el porno perfora la arquitectura \ Julio Suárez
18 Post-Pandemia / Post-Instituciones artísticas \ David Romero
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