Descripción
“El descarrío político –es una falta, una “herida del pensamiento” como dice Blanchot, nada que pueda ser referido, como el resto de las “debilidades”, a una “ingenuidad” anodina–, la falta política, es justamente el abandono de lo trágico. (…) ¿Pero se puede escapar de semejante falta? ¿Al menos a la forma general de semejante falta? ¿Basta –como todos intentamos hacerlo, más o menos lúcidamente– con cambiar perpetuamente de terreno? ¿Basta con una suerte de instalación errática en el ente? ¿Basta, en nuestros discursos, con sustituir hasta el infinito los privilegios ónticos, basta con perturbar toda asignación y toda destinación? ¿Y si es así –y ello se denomina “escribir”–, en nombre de qué hacerlo? ¿En nombre de qué es preciso hacerlo, si no es al menos, como Heidegger lo habrá sostenido (casi) siempre, obedeciendo a esta llamada sin llamada, a esta intimación sin voz en cuya desmesura ninguna respuesta está en condiciones de corresponder, pero con la cual no obstante es preciso medir nuestra imposible “responsabilidad”? Ph. L.-L.
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