Líbano-Palestina. Viaje a Oriente

Autor(es): Flaubert, Gustave
Editorial: Cabaret Voltaire
Año: 2011
Ciudad: Barcelona

Flaubert, su obra está considerada como una de las más importantes del s. XIX y como precursora de las experiencias formales del s. XX. En 1842 inició en París sus estudios de derecho, que tuvo que abandonar al declararse los primeros síntomas de los graves trastornos nerviosos que le aquejaron durante toda su vida. En 1846 se retiró definitivamente a una finca en Croisset, donde se dedicó de forma exclusiva a la literatura, de la que sólo le distrajeron sus relaciones amorosas con Louise Colet y el largo viaje por Oriente; a su regreso publicó Madame Bovary (1857). Tras un nuevo viaje por el norte de África (1858), escribió Salambó (1862). En 1869 publicó La educación sentimental y, en 1874, La tentación de san Antonio. De 1877 son sus Tres cuentos (La leyenda de san Julián el HospitalarioHerodías y Un corazón sencillo). Flaubert murió de una hemorragia cerebral en Croisset, pero fue enterrado en el panteón familiar del cementerio de Rouen. Un año después de su muerte apareció la inacabada Bouvard y Pécuchet (1881).

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Descripción

Procedentes de Alejandría, Flaubert y su amigo Maxime Du Camp emprenden en Beirut, ciudad de partida de esta segunda parte del Viaje a Oriente, un largo periplo que, del 19 de julio al 19 de diciembre de 1850, les llevará desde Líbano hasta El Pireo, pasando por PalestinaSiriaAsia Menor y Constantinopla.

Como en las páginas consagradas a Egipto, el texto de esta segunda etapa sigue siendo lacónico, telegráfico a veces, cercano al prontuario y deslumbrante por momentos. Paisajes, creencias, gentes, ritos y costumbres cosechados por un escritor que, entre entusiasmado y contenido, trata de captar imágenes susceptibles de acrisolar la experiencia de su viaje por Oriente.

Ilustrado con las fotografías de Maxime Du Camp.

Traducción de Lola Bermúdez Medina

«Este texto es un magnífico ejemplo del arte de ver y del arte de escribir de Flaubert. No cesa de pensar en la pintura, en el color, en la expresión de la impresión. Y él mismo se convierte en uno de los elementos pintorescos de sus cuadros, gran vividor, gozador, no se toma en serio, melancólico también, a veces amargo.» Claudine Gothot-Mersch

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