Lo que vemos, lo que nos mira

Autor(es): Didi-Huberman, Georges
Editorial: Manantial
Año: 2021
Ciudad: Buenos Aires

Lo que vemos no vale -no vive- más que por lo que nos mira. Si esto es verdadero, ¿cómo pensar las condiciones estéticas, epistémicas, incluso éticas, de tal proposición? Eso es lo que intenta desarrollar este libro, tejido como una fábula filosófica de la experiencia visual. Encontramos en él dos figuras emblemáticas, opuestas en un perpetuo dilema. Por un lado, el hombre de la visión creyente, aquel que hace suya, poco o mucho, la palabra del evangelista frente a la tumba vacía de Cristo: “El vive y él cree” Por el otro, el hombre de la visión tautológica, que pretende asegurar su mirada en una certeza cerrada, aparentemente sin fallas y lindando con el cinismo: “Lo que ven, es lo que ven”, como decía el pintor Frank Stella en los años setenta, para justificar una actitud estética calificada como “minimalista.

Pero este dilema constantemente mantenido en nuestras formas actuales de considerar el mundo visible en general, y el de las obras de arte en particular- es un falso dilema. Exige ser superado, exige ser dialectizado. ¿Cómo entonces mirar sin creer? Y cómo mirar profundamente sin pretender atenernos a las certezas de lo que vemos?

Entre dos parábolas literarias tomadas de Joyce y de Kafka, delante de la imagen más simple que una escultura pueda ofrecer, la respuesta a estas preguntas intenta elaborarse. Un cubo, un gran cubo negro del escultor Tony Smith, revela poco a poco su poder de fascinación, su inquietante extrañeza, su intensidad. Mirarlo es repensar la relación de la forma con la presencia, de la abstracción geométrica con el antromorfismo. Es comprender mejor la dialéctica del volumen y del vacío, y la distancia paradójica ante la cual nos mantiene respetuosamente. Para aprehenderlo hubiera sido necesario establecer una noción más precisa de la “imagen dialéctica”, revisitar la de aura -tomada de Walter Benjamin-, y comprender mejor por qué lo que vemos delante de nosotros mira siempre adentro. En todo esto, lo que está en juego es: una antropología de la forma, una metapsicología de la imagen.

Traducción de Horacio Pons

183 páginas

$33.000

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Descripción

Lo que vemos no vale -no vive- más que por lo que nos mira. Si esto es verdadero, ¿cómo pensar las condiciones estéticas, epistémicas, incluso éticas, de tal proposición? Eso es lo que intenta desarrollar este libro, tejido como una fábula filosófica de la experiencia visual. Encontramos en él dos figuras emblemáticas, opuestas en un perpetuo dilema. Por un lado, el hombre de la visión creyente, aquel que hace suya, poco o mucho, la palabra del evangelista frente a la tumba vacía de Cristo: “El vive y él cree” Por el otro, el hombre de la visión tautológica, que pretende asegurar su mirada en una certeza cerrada, aparentemente sin fallas y lindando con el cinismo: “Lo que ven, es lo que ven”, como decía el pintor Frank Stella en los años setenta, para justificar una actitud estética calificada como “minimalista.

Pero este dilema constantemente mantenido en nuestras formas actuales de considerar el mundo visible en general, y el de las obras de arte en particular- es un falso dilema. Exige ser superado, exige ser dialectizado. ¿Cómo entonces mirar sin creer? Y cómo mirar profundamente sin pretender atenernos a las certezas de lo que vemos?

Entre dos parábolas literarias tomadas de Joyce y de Kafka, delante de la imagen más simple que una escultura pueda ofrecer, la respuesta a estas preguntas intenta elaborarse. Un cubo, un gran cubo negro del escultor Tony Smith, revela poco a poco su poder de fascinación, su inquietante extrañeza, su intensidad. Mirarlo es repensar la relación de la forma con la presencia, de la abstracción geométrica con el antromorfismo. Es comprender mejor la dialéctica del volumen y del vacío, y la distancia paradójica ante la cual nos mantiene respetuosamente. Para aprehenderlo hubiera sido necesario establecer una noción más precisa de la “imagen dialéctica”, revisitar la de aura -tomada de Walter Benjamin-, y comprender mejor por qué lo que vemos delante de nosotros mira siempre adentro. En todo esto, lo que está en juego es: una antropología de la forma, una metapsicología de la imagen.

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