La acción capitalista, orientada siempre por la producción de más y más dinero, no sólo tiene efectos económicos. Nos brinda también de una percepción y de una sensibilidad, ya que percibir y sentir son funciones de la acción. La acción perezosa se sitúa en las antípodas de esta acción en la cual el fin, a saber: el dinero, es todo, y el proceso no es nada. Este último no existe, literalmente, si no logra generar más dinero. La pereza, por el contrario, se concentra completamente en el proceso, en el devenir de la subjetividad y de su potencia de actuar.
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