Descripción
El agitado año de 1973 anunciaba un tiempo de definiciones, tanto de los partidos que trabajaban por el proyecto de la Unidad Popular en el gobierno, como el de la oposición política que era acicateada desde el imperialismo estadounidense para ponerle fin a la experiencia socialista chilena a través de una ruptura violenta de la institucionalidad democrática.
En ese escenario, el rol de las Fuerzas Armadas y por ende la violencia política era vital y todos ponían su atención en lo que sucedía al interior de los cuarteles. El ideólogo de la derecha Jaime Guzmán ya anunciaba en un programa televisivo que eran las Fuerzas Armadas las que debían dirimir el conflicto político, y la Consigna como No a la Guerra Civil era un claro ejemplo del ambiente y de las opciones de fuerza que aparecían como camino ineludible.
Los partidos de la Unidad Popular esbozaban políticas de acercamiento a las Fuerzas Armadas, y entre esas la de incorporar sistemáticamente a sus militantes a través del servicio militar o de las propias escuelas matrices, como una forma de trabajo político- ideológico que las vinculara con el gran proyecto transformador popular.
Las memorias de Víctor Rivera nos hablan de ese momento, de esas decisiones, del impacto que produjo al interior de un cuartel el Golpe Militar, los días posteriores y las tareas de custodios de la ciudad y de un campo de prisioneros.
Estos recuerdos construyen una trama muy relevante entre el rescate de la memoria y la acción política, porque se evidencian las decisiones partidarias, el compromiso de los militantes, el ambiente al interior de los cuarteles, pero también rebelan la precariedad de la implementación de una resolución que tenía por objetivo producir un altísimo impacto y donde en parte importante también se jugaba el futuro de un sueño y una aspiración popular. La incorporación de militantes de izquierda en las fuerzas armadas y el trabajo político con ellas fue una tarea incompleta e inconclusa teórica y prácticamente, que deja abierta varias interrogantes sobre la real comprensión sociológica y política que se tiene sobre la institución militar, que más allá de las declaraciones propias de la élite sobre su abstracción ideológica, siguen siendo un sujeto activo en la configuración estatal y la hegemonía conservadora.
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