Los dos problemas fundamentales de la epistemología. Basado en manuscritos de los años 1930-1933

Autor(es): Popper, Karl R.
Editorial: Tecnos
Ciudad: Madrid

Todo lector de las obras más conocidas de Karl Popper está familiarizado con la idea de que la crítica de la inducción y el problema de la demarcación del conocimiento científico con los problemas. El libro Los dos problemas fundamentales de la epistemología (cuyo título remeda deliberadamente el de la clásica obra de Schopenhauer Los dos problemas fundamentales de la ética) es el más propiamente filosófico, en el sentido tradicional de la palabra, de cuantos escribió Popper, y en él se desarrolla la tesis de que la crítica de la inducción y el problema de la marcación son también los dos problemas fundamentales de la filosofía teórica en general. Su intención inicial fue la de ser una crítica filosófica del Tractatus de Wittgenstein y de las doctrinas del positivismo lógico, y corresponde al círculo de problemas investigados por Popper en la primera mitad de los años treinta. Como fruto de estas meditaciones vio la luz primero en 1934, en su versión alemana original, La lógica de la investigación científica, el libro de filosofía de la ciencia que más impacto alcanzó en los últimos decenios y que precisamente tiene su gemelo o contrapunto menos técnico, pero más filosófico, en los dos problemas fundamentales de la epistemología, aparecido por primera vez siendo ya anciano su autor, que lo actualiza con un prólogo en que subraya el carácter moderadamente escéptico de su filosofía.

Traducción de María Asunción Albisu Aparicio

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Descripción

Karl R. Popper (1902-1994). Los turbulentos años vividos por la Europa de entreguerras condicionaron también la vida y la obra de Popper, hasta el punto de obligarle a abandonar su Viena natal, en la que, pese a su juventud, ya había adquirido un sólido prestigio intelectual, ante las amenazas anexionistas de los nazis sobre Austria. Este exilio comenzó en Inglaterra en 1935, y dos años más tarde se trasladó a Nueva Zelanza, hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Al acabar la contienda, regresó a Londres para formar parte del claustro de la prestigiosa London School of Economics, institución en la que desarrolló buena parte de su obra póstuma, caracterizada por un pensamiento filosófico donde la preocupación por el rigor científico y por su aplicación metodológica siempre va acompañada de una profunda raíz humanista.

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